Este es un post escrito a mano, con boli y papel, fruto de un exilio analógico autoimpuesto. Estando pues, voluntariamente apartado de la Red, al borde de una piscina llena de practicantes de ‘turismo residencial’, y a escasos metros de una playa libre de combustibles fósiles, me da por pensar si no debería ser la revolución mediática actual una pieza clave en el fin del humanismo que anunciara hace apenas diez años Sloterdijk.
Este filósofo alemán osó levantar la voz ante la aburrida, anacrónica e improductiva paz de la academia filosófica alemana, con Habermas a la cabeza. Según Sloterdijk, el humanismo viene fracasando desde 1945 como utopía de la domesticación humana mediante la lectura, perdiendo frente a las nuevas técnicas de agitación y deshinibición de las masas. Cita como ejemplos la radio, la TV e incluso internet (hablamos de 1997).
El filósofo alemán construye un discurso en el que no faltan referencias al ‘superhombre ‘ de Nietzsche o al Estado como ‘parque zoologico humano‘ de Platón. Sloterdijk no da soluciones, sólo pide a la filosofía una urgente tarea de repensar la esencia de lo humano más allá de unos límites que caen como trozos del viejo muro de la caduca cultura humanística.
No tengo yo, ni de lejos, los conocimientos necesarios para construir una mínima teoría que permita explicar el papel de los nuevos medios en la necesaria construcción de una nueva manera de entender al ser humano.
Por ahora, me conformo con observar cómo las viejas fuerzas que, según el humanismo, ejercen influjo en el hombre -las inhibidoras (cultura, saber…) y las desinhibidoras (circo, brutalidad)- confluyen de una manera tal en los medios que hace insostenible seguir pensando en ellos como parte en el proceso de la “cría de humanos”.
Mientras los medios de masas han ido sustituyendo contenidos inhibidores por los desinhibidores (creo que sobran los ejemplos), guiados a su vez por ‘reyes’ muy poco platónicos, Internet y la socialización de las nuevas tecnologías de la información permiten al hombre volver al lenguaje como su casa, desligándose del sedentarismo cultural.
Las comunidades temáticas, no geográficas; la absoluta fragmentación del poder jerarquizador en miles de nodos sólo existentes cuando son reconocidos como tales libremente por los miembros que de ellos se alimentan, hacen que el profesional de la ‘humanista’ ciencia de la información sienta desconcierto o llege incluso a atrincherarse en sus viejas rutinas.
Sloterdijk dice: “Dos milenios y medio después de Platón, parece como si no sólo se hubiesen retirado los dioses, sino también los sabios, dejándonos a solas con nuestra escasa sabiduría y nuestros conocimientos a medias”. Si aceptamos el significado de estas palabras y lo extrapolamos a la revolución -o velocísima evolución- que está viviendo el ‘cuarto poder’, necesitamos -como mínimo- plantearnos una nueva manera de pensar lo que somos y hacia dónde vamos como periodistas. De una manera posthumanista.
Publicado en el Blog de bloggers de Elpais.com
¡Qué filosófico te veo!
La culpa es del calor, lo juro! 😛
[…] El periodista logre convencer a la sociedad de su necesidad […]